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El arte del brillo y el brillo de la industria

El mercado del arte analizado desde las perspectivas de Robert Hughes en Requiem por un peso pluma, y de Tom Wolfe en El artista invisible.

"Los ochenta" es la frase mágica que trae a la mente los colores brillantes, las polainas de una Madonna like a virgin, los graffitis de letra gorda decorando la ciudad, la Marilyn multiplicada de Andy Warhol (1), y el reflejo perturbador de Phil Collins clavándole la mirada al televidente (2): una proyección pop de un mundo que a los golpes se acomodaba al neoliberalismo, y en el que la industria del arte, con epicentro en Nueva York, manejaba muchos millones de dólares en vanguardia.

Jean-Michel Basquiat fue una de las expresiones de ese mercado. Joven veinteañero de familia acomodada y origen haitiano, empezó como artista callejero que hacía graffitis con aforismos fáciles de leer para cualquiera que caminara el Bajo Manhattan. Y así fueron sus pinturas, sencillas, instantáneas, "primitivas", como dice Robert Hughes en Requiem por un peso pluma, justo lo que la "monocromática Industria del Ultimo Arte Americano" demandaba en ese momento. "Fue la historia del pequeño talento sin preparación atrapado en los engranajes de la promoción del mundo del arte" dice Hughes, haciendo referencia a una fábrica que buscaba renovar sus productos una y otra vez, una industria que no se asumió como tal y que buscó superficialmente la cara de la vanguardia en la novedad, en lo vendible del "arte por el arte".


Frederick Hart fue el perfecto ejemplo de lo que Basquiat no fue. Criado en un pueblo rural como cualquier otro, sin mucho en los bolsillos y sin haber terminado el secundario, se convirtió en un talentoso escultor renacentista ignorado por los flashes del glamour ochentoso, pero reinvindicado después de su muerte. Según explica Tom Wolfe en El artista invisible, "Hart se propuso deliberadamente recuperar la suprema tradición de la escultura occidental", cosa que consiguió con "asombrosa facilidad" antes de morir de cáncer de pulmón a los 55 años.

Es entonces en los engranajes de esa industria en que se basaron las hipótesis de los dos artículos. Ambos partieron de la decisión que tomó el mundo del arte en apoyar o ignorar a uno u otro artista, decisión de un círculo cerrado de unas tres mil personas entre galeristas, comerciantes, coleccionistas, estudiosos, críticos y artistas -calcula The Painted Word, estudio sociológico sobre el tema que cita Wolfe en la nota.

Según Hughes, Basquiat interpretó el papel de un salvaje niño urbano que fue bienvenido al selecto mundo de la vanguardia con Andy Warhol como mentor. La moda fue lo que lo llevó a ese lugar de privilegio, los coleccionistas ávidos de conseguir "lo último de lo último" que en ese momento era el irreverente graffiti.

Para el segundo, en cambio, tener talento no le sirvió para ser considerado por la industria. Hart fue rechazado por el mercado a través del silencio, "el hombre invisible de Ralph Ellison" como dice Wolfe, cuyo nombre irónicamente sólo se publicaba en la sección de avisos minicipales. Fue aceptado por el público masivo e ignorado por los entendidos del arte, que consideraban a la "superficial" popularidad como "concubina de la destreza técnica" y que veían "el rechazo público como profundidad, auténtica genialidad". Tampoco lo entendieron aquellos artistas contemporáneos inmersos en la escultura abstracta, la vanguardia vendible del momento. Para el mercado en general, el arte figurativo de inspiración renacentista no era representativo de lo moderno.

Más allá de que ambos murieran jóvenes, y del reconocimiento o no que tuvieron después, las hipótesis de Wolfe y Hughes hablan de lo que la industria del arte apetecía en ese momento, y cómo en base a eso estos dos artistas que vivieron en los ochenta lograron destacarse o no en el medio. Más allá del talento, el estudio, la experiencia, lo fundamental para ser tenido en cuenta por el mercado de la vanguardia de la época -que no escapa a la actual- era el hambre de novedad de aquel círculo de tres mil personas que supo ignorar a Hart y explotar a Basquiat.

Julieta Lucero
1. Una imagen un tanto sesentosa de los ochenta, porque Marilyn Monroe de Andy Warhol es de 1967, pero es lo que "la frase mágica" del pop trajo a la mente en ese momento.

2. Referencia al video clip del tema In the air tonight, del disco Face Value (1981) de Phil Collins.

La primera es una obra sin título (1984) de Jean Michel-Basquiat.

La segunda es Three soldiers de Frederick Hart, descubierta en 1984 para complementar el Vietnam Veterans Memorial. Foto publicada en http://www.onefineartgallery.com/hartbiography.htm

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