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Mostrando entradas de mayo, 2008

Noche de tributeros y sabinas

Jueves, once de la noche. Día de trabajo, día de estudio, pero día de relajación. O por lo menos era lo que necesitaba. Entonces decidimos salir. Entre cines, teatros y ofertas de acompañantes con aire acondicionado en la siempre caliente calle Corrientes, Silvina y yo entramos en el Paseo La Plaza. Objetivo: "ver a Sabina y conocer chicos", dijo ella; ir al "tributo a", corregí yo. Es que la ilusión prometía ser grande. Tan grande prometía ser que antes de entrar, mientras espiábamos por la ventana del bar, no sabíamos quién había nacido en Argentina y quién del otro lado del océano; quién era el que ostentaba músculos y tatuajes, y quién era el huesudo con la carne concentrada en el abdomen; quién llenaba bares y quién vendía miles de discos. "15 pesos cada una", dijo la camarera mientras nos señalaba las mesas libres en ese bar tributero de cortinas de terciopelo bordó que enmarcaban el pequeño escenario. Y nos sentamos. Si lo que queríamos era conocer

De bufones y docenas

Semana Santa en Reconquista. Una anécdota para las rondas de fernet que vendrán. "¡Al final soy un bufón!", dijo Fede, que con sus 31 años y toda su esquizofrenia salió dando un portazo. En realidad entró a la casa. Es que ese domingo estábamos en el quincho de la quinta de Pamela, a la que habíamos ido a visitar para Semana Santa. Esa misma tarde Jimena, Virginia, Gabriela, Silvina y Pamela habían decidido hacer algunos mandados. Brazos, piernas y almohadas de siesta repartidos por toda la casa no dejaban hablar en voz alta ni prender el televisor. Y como el día era soleado en el calor de enero pero a fines de marzo en la verde Reconquista, las chicas salieron con el mate rumbo al supermercado. O eso dijeron. Río y fotos; Avellaneda y fotos; torta fritas y fotos; tardaron horas en lo que dijeron iba a ser una pasada rápida por entre las góndolas. Es que la caminata entre las latas de conserva y el pasillo de frutas y verduras se extendió hacia la rivera del Paraná y la ciuda