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Mostrando entradas de julio, 2007

Un hombre en tierras de folk y vientos de electrónica

Portaestudio y guitarra al hombro, hace más de cinco años que Lisandro Aristimuño dejó el suelo patagónico para venir a probar suerte en la Capital. Desde un bar en Almagro, le contó a Línea B cómo pasó de ser ese chico del sur a ser un hombre de la música. Con la ñata contra el vidrio, en un azul de frío, Lisandro Aristimuño mira. No está afuera del bar. Hace ya unos años que mira desde adentro, que se sienta cómodo junto a la ventana, que es parte de la escena musical porteña. Pero... ¿qué mira? ¿En qué piensa? ¿En el colectivo que pasa a toda velocidad por Yrigoyen? ¿En ese arreglito que ahora, después de que salió 39° , le hubiese gustado hacer? ¿En el sol que se asoma entre los edificios? ¿En lo poco que importa que uno sea del sur cuando le toca enfrentar el frío húmedo de Buenos Aires? Es músico independiente y viedmense. Empezó de abajo, del sur, y con canciones que cuentan historias con imágenes, temperaturas, texturas, olores, en 2005 ya era, según la revista Rolling Stone,

El arte del brillo y el brillo de la industria

El mercado del arte analizado desde las perspectivas de Robert Hughes en Requiem por un peso pluma, y de Tom Wolfe en El artista invisible. "Los ochenta" es la frase mágica que trae a la mente los colores brillantes, las polainas de una Madonna like a virgin , los graffitis de letra gorda decorando la ciudad, la Marilyn multiplicada de Andy Warhol (1), y el reflejo perturbador de Phil Collins clavándole la mirada al televidente (2): una proyección pop de un mundo que a los golpes se acomodaba al neoliberalismo, y en el que la industria del arte, con epicentro en Nueva York, manejaba muchos millones de dólares en vanguardia. Jean-Michel Basquiat fue una de las expresiones de ese mercado. Joven veinteañero d e familia acomodada y origen haitiano, empezó como artista callejero que hacía graffitis con aforismos fáciles de leer para cualquiera que caminara el Bajo Manhattan. Y así fueron sus pinturas, sencillas, instantáneas, "primitivas", como dice Robert Hughes

Semana difícil y un día del amigo que va

Qué semana esta... Por un lado los 13 años del atentado a la AMIA. Por otro los 10 meses de la desaparición de Jorge Julio López. Murió Fontanarrosa, y para cerrar nos atropella un día del amigo que nos llena de risas y abrazos pero que nos vacía de tantas otras cosas. En Puebla hay amigos. En Buenos Aires hay amigos. En la AMIA había amigos. Julio López tenía amigos. Todos éramos amigos de Fontanarrosa. Festejemos pero no dejemos de pensar.

En qué andarás Negro

En qué andarás Negro......................................... nosotros acá, hablando de vos.

Retratos de una pluma.

Crítica de Retratos, de Truman Capote. Durante el siglo XIX, como consecuencia de la transformación social y económica en el seno de las burguesías, hubo lo que la fotógrafa alemana Gisele Freund denominó "un desplazamiento de los estados de conciencia". Cambió la representación que la gente tenía de la naturaleza y de su relación con ella. En el arte ese desplazamiento provocó un giro hacia la objetividad. La filosofía positivista exigía exactitud científica, una reproducción fiel de la realidad en la obra de arte. Se comenzó a discutir si la fotografía tenía esa esencia: si la técnica podía cumplir con la exigencia de objetividad que buscaba el arte, si era un producto industrial o podía ser considerada hecha por artistas. Retratos de Truman Capote parece en un principio ser representante de esa tradición: la técnica parece consistir en preguntar, observar, comparar, acomodar el lápiz, y "gatillar". El escritor y periodista nacido en Nueva Orleans en 1924 está pre