Barrios. Por: Julieta Lucero
Ni porteño, ni compadrito, ni realidad que se asemeja a la del Hombre que está solo y espera, el barrio Scalabrini Ortiz no tiene mucho del parco varón anti-intelectual que pondera lo no dicho por sobre lo dicho, descripto en 1931 por el integrante de la FORJA (Federación de Orientación Radical de la Juventud Argentina), que le prestó el nombre a esa zona de la capital salteña.
A diferencia del personaje del libro pos-yrigoyenista, a orillas de la avenida Monseñor Tavella, las mujeres que lideran el centro vecinal no se callan nada. Lejos del puerto de Buenos Aires, saben que el que no llora no mama, ni acá, ni en Ushuaia, ni en la Quiaca.
Después de años de lucha por la pavimentación, y de una mediática inauguración de las obras el 10 de octubre del año pasado por parte del intendente, Miguel Isa, y el vicegobernador, Andrés Zottos, las obras inconclusas que recorren las calles Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz describen tres cosas. Por un lado, que el municipio sí dejó solas a las familias del lugar. Por el otro, que en este barrio se espera, pero no tanto. Y que ambos escritores, que combatieron a los “oligarcas”, “cipayos” y “vendepatrias”, están juntos no sólo en el trazado de la historia, si no en la urbanización local.
Historia del arrabal
El barrio Scalabrini Ortiz se creó hace algo más de 10 años. Quienes habitan el lugar son propietarios que pagan el terreno hasta 800 pesos por mes. Con un 50 por ciento del barrio sin gas natural -que se pagó en forma privada-, los vecinos todavía esperan que se termine de urbanizar. Además, les toca reclamar constantemente por las tareas de mantenimiento básicas que tampoco se cumplen regularmente.
“Un ejemplo es la plaza, que parece a una jungla. Si queremos que la limpien, tenemos que mandar notas o salir a hablar en la radio, si no no pasan por acá”, explicó la presidenta del centro vecinal, Georgina Mena. En ese espacio verde hay sólo dos juegos para chicos, ambos tapados por los yuyos.
Las necesidades y reclamos que surgen desde el barrio son cuestiones que hacen a la calidad de vida. No luchan por nacionalizar los ferrocarriles, como Scalabrini Ortiz, pero sí lograron, hace unos años, que se instale el servicio Transversal de transporte público urbano. “Fue en conjunto con las comisiones vecinas. Empezamos a pelear por un colectivo que nos lleve hasta la zona de UNSA, tanto para los estudiantes como para los que tienen que trabajar por Tres Cerritos. Ahora no sólo tenemos ese, sino también el 3B”, contó Georgina.
Preocupaciones actuales, pero no tanto
Como en toda la provincia, los habitantes de la zona están alertas ante la posibilidad de dengue. “La falta de desmalezamiento nos preocupa. También los charcos de agua que se formaron en las fosas que hizo la municipalidad para hacer el pavimento. Hay un caso de dengue, todavía no confirmado, y dos más en el barrio de al lado, Don Santiago. Vinieron a fumigar y pedimos que se aplique la medida en todas las avenidas, pero se hizo sólo 100 metros a la redonda de la casa del enfermo”, denunció la presidenta.
El problema no es nuevo. Según cuentan los vecinos, el año pasado hubo una muerte a causa de la enfermedad transmitida por el mosquito en el barrio Santa Anita, a sólo 50 metros del Scalabrini Ortiz.
Para demostrar la presencia del aedes aegypti, Georgina guarda en su casa un frasco de mermelada a modo de criadero de larvas. Dos agujeros en la tapa blanca y tres centímetros de agua donde nadar, los insectos se mueven de un lado a otro, casi siempre contra las paredes de vidrio. “Tomamos la muestra para analizarla y ver si puede o no haber dengue”, explicó.
En cuanto al cordón cuneta y la pavimentación, Fanny, que para llegar al centro vecinal tiene que bajar un escalón de unos setenta centímetros, cruzar el gran pozo lleno de barro que es la calle, volver a subir y caminar una cuadra, cuenta que hace semanas que las obras están paradas. “La calle Ortiz está abierta y sin terminar hace dos meses. Jauretche –con la que le toca lidiar- hace un mes”, afirmó la señora.
Al cierre de esta edición, Cuarto Poder se volvió a contactar con la gente del lugar. Nos informaron que ayer a la tarde se acercaron personas del municipio a verificar las obras y explicaron que no estaban al tanto de que no se estaba trabajando en la zona. Según Georgina Mena, la falta de comunicación dentro del gobierno local se debe a que hay sólo tres inspectores a cargo de todas las obras que lleva adelante la gestión Isa.
Según dijo el jefe comunal ese 10 de octubre en que se hizo la inauguración, “si cada uno de los intendentes que tuvo Salta hubiera pavimentado sólo 500 cuadras por año, la ciudad hoy no tendría ni un metro por pavimentar”. Interrogante que sigue a semejante reflexión: con la falta de comunicación que aparentemente provocó el parate ¿se puede llegar a los 50 kilómetros de asfalto anual que planteó el funcionario?
Las mujeres del Scalabrini Ortiz actúan. A fuerza de voluntad, consiguieron transporte, pavimento y hasta las rejas para el busto del agrimensor y poeta que le dio nombre al barrio. Antes de estar rodeado de hierro en la plaza verde de yuyos, se lo trasladaba para los actos públicos. No iba y venía en tren o avión, Raúl viajaba en carretilla.
Con el asfalto terminado, y después de 13 años, los vecinos van a poder circular sin problemas por las calles con nombres de mares en la que se encuentran ambos escritores. Sin compadritos de pocas palabras a la vista, estas familias no esperan: hablan, gritan, luchan.
- Nota publicada en el semanario de política salteño Cuarto Poder.
- Fotos cedidas por el centro vecinal del barrio Scalabrini Ortiz.
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