Portaestudio y guitarra al hombro, hace más de cinco años que Lisandro Aristimuño dejó el suelo patagónico para venir a probar suerte en la Capital. Desde un bar en Almagro, le contó a Línea B cómo pasó de ser ese chico del sur a ser un hombre de la música. Con la ñata contra el vidrio, en un azul de frío, Lisandro Aristimuño mira. No está afuera del bar. Hace ya unos años que mira desde adentro, que se sienta cómodo junto a la ventana, que es parte de la escena musical porteña. Pero... ¿qué mira? ¿En qué piensa? ¿En el colectivo que pasa a toda velocidad por Yrigoyen? ¿En ese arreglito que ahora, después de que salió 39° , le hubiese gustado hacer? ¿En el sol que se asoma entre los edificios? ¿En lo poco que importa que uno sea del sur cuando le toca enfrentar el frío húmedo de Buenos Aires? Es músico independiente y viedmense. Empezó de abajo, del sur, y con canciones que cuentan historias con imágenes, temperaturas, texturas, olores, en 2005 ya era, según la revista Rolling Stone,...
Un poco de chancho. Otro poco de rosa.