Un día totalmente desarraigado de mi familia, de mi casa, de las obligaciones, fue hoy. Me desperté cuando se iba la mañana, me saqué el verano en la ducha y caminé 3 cuadras de humedad y 9 de lluvia para tocar el timbre del 5º C y que me digan "andá a comprar pan al super que ya está la comida". Y fui.
Alfon hizo tallarines pero no amasó. Eran de calabaza. Colorados, como el pelo de la Pe que no estaba sentada a la mesa. Porque en lugar de ser cuatro eramos tres: Marie, Alfon y yo.
Crema también había comprado, crema que acompañó a los tallarines y me dió la fantástica idea de tomar un café después de comer, y después de los duraznos, ciruelas y bananas en el centro de la mesa. Ahí me desperté y terminé de sacarme esa modorra matinal de las 3 de la tarde. Sí, ese sueñito atontado que sólo sienten personas que durmen más de lo que acostumbran y que hace que el cerebro rebote de una pared a otro de la cabeza. Por suerte se fue.
Y vino Pe a la hora del mate. Mientras jugamos a los dados, y Marie, en su segundo día de haber cortado con el novio, con el que ya tiene alguna experiencia al respecto, nos mató a las dos. Arrasó con la suerte, con el zar, con el amor, con la frase entera y mandó tres años al diablo. Probablemente los vaya a buscar en un par de días. Incontinencia amorosa. Va a ir.
Ya éramos cuatro y estabamos por partir. Pero llamó Agus. Amigo y pareja y amigo en pareja, cambió los planes y no nos quedó otra que acatar. O venía a donde estábamos ahora o no se movía de la casa. Pues así fue, vino, y vinieron más dados, y más mate y hasta algunas facturas. Hasta que Agus se fue.
A la hora de la cena estábamos en lo de Pe. Estreno informal de su departamento de porteña feliz, los colores, los chocolates, las fichas del TEG y las penas en cuenta gotas llenaron la noche y empezaron esta madrugada. Pero los colores se apagaron, los chocolates se comieron, al TEG lo abandonamos y las penas de golpe empezaron a chorrear. Y cuando cayó la última gota me fui. Con Marie, pero a mi casa.
Me fui pero volví. Desentenderme de mi vida más allá de mi y de mis preocupaciones me hizo escapar un poco. Pero siempre vuelvo. Como un perro arrepentido, como dive el Chavo. Como collar de melones o como el que madruga aunque no amanezca más temprano. Como el perro a la cucha o como uno a su cama. Volví. Volví y me quedo.
Alfon hizo tallarines pero no amasó. Eran de calabaza. Colorados, como el pelo de la Pe que no estaba sentada a la mesa. Porque en lugar de ser cuatro eramos tres: Marie, Alfon y yo.
Crema también había comprado, crema que acompañó a los tallarines y me dió la fantástica idea de tomar un café después de comer, y después de los duraznos, ciruelas y bananas en el centro de la mesa. Ahí me desperté y terminé de sacarme esa modorra matinal de las 3 de la tarde. Sí, ese sueñito atontado que sólo sienten personas que durmen más de lo que acostumbran y que hace que el cerebro rebote de una pared a otro de la cabeza. Por suerte se fue.
Y vino Pe a la hora del mate. Mientras jugamos a los dados, y Marie, en su segundo día de haber cortado con el novio, con el que ya tiene alguna experiencia al respecto, nos mató a las dos. Arrasó con la suerte, con el zar, con el amor, con la frase entera y mandó tres años al diablo. Probablemente los vaya a buscar en un par de días. Incontinencia amorosa. Va a ir.
Ya éramos cuatro y estabamos por partir. Pero llamó Agus. Amigo y pareja y amigo en pareja, cambió los planes y no nos quedó otra que acatar. O venía a donde estábamos ahora o no se movía de la casa. Pues así fue, vino, y vinieron más dados, y más mate y hasta algunas facturas. Hasta que Agus se fue.
A la hora de la cena estábamos en lo de Pe. Estreno informal de su departamento de porteña feliz, los colores, los chocolates, las fichas del TEG y las penas en cuenta gotas llenaron la noche y empezaron esta madrugada. Pero los colores se apagaron, los chocolates se comieron, al TEG lo abandonamos y las penas de golpe empezaron a chorrear. Y cuando cayó la última gota me fui. Con Marie, pero a mi casa.
Me fui pero volví. Desentenderme de mi vida más allá de mi y de mis preocupaciones me hizo escapar un poco. Pero siempre vuelvo. Como un perro arrepentido, como dive el Chavo. Como collar de melones o como el que madruga aunque no amanezca más temprano. Como el perro a la cucha o como uno a su cama. Volví. Volví y me quedo.
Me acuerdo del TEG en lo de Ledusa, pero no las circunstancias de fideos...estoy como Alfons!!
ResponderEliminarbesosss
marie
¡Pero qué lindo viaje en el tiempo! Como siempre es un placer leerla mi querida. Y hasta yo me acuerdo de los tallarines che, aunque ese día comí ravioles (también de calabaza) con Mecha. Me acuerdo de los mosquitos también. ¡Cuántos mosquitos!
ResponderEliminarPero, ¿por qué conozco muchos chanchos de Luce y a este -de color rosa como los otros- no lo conocía? Je suis enchanté!
Besos muchos y de invierno
Leda.-